La Voluntad de Dios en palabras de quien evangeliza
La voluntad de Dios
¿Qué actitud tenían que tener para demostrar a Dios que Él era efectivamente el centro de sus vidas? De hecho, Chiara y sus primeras compañeras se preguntaban cómo poner en práctica este nuevo ideal de vida: Dios Amor. Enseguida pareció obvio: tenían que amar a Dios. Sus vidas no tendrían ningún sentido si no fueran «una pequeña llama de este infinito fuego: amor que responde al Amor».
Y les parecía un don grande y sublime, tener la posibilidad de amar a Dios, hasta el punto de repetir frecuentemente: «No tenemos que decir: “debemos amar a Dios”, sino: “¡Poder amarte Señor! ¡Poderte amar con este pequeño corazón!”». Recordaban una frase del Evangelio que no dejaba y no deja escapatoria a quien quiere llevar una vida cristiana coherente: «No quien dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino aquél que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos» (Mt. 7,21). Hacer la voluntad de Dios, por lo tanto, era la gran posibilidad que todas tenían para amar a Dios. De este modo, Dios y su voluntad coincidían.
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